Carta de una paciente: Yo, yo misma e Irene.

img-post-carta1

Creo que la mejor forma de empezar esta carta es recordarte el inicio porque a veces se te olvida darte cuenta del camino recorrido. Quiero recordarte como estaban las cosas antes de que todo cambiara, como era mi vida sin mi.

Todo era “sencillo”. La vida pasaba y dedicabas a hacerla pasar. Sin más. Lo más importante era ser lo que otros esperaban que fueras. Esa chica joven, impasible, sin miedo, segura de sí misma hasta rozar la arrogancia, despreocupada y sin piedras en el camino. Sin más. La vida pasaba y yo me la estaba perdiendo, pensando en el futuro y en todo lo que una princesa de cuento desearía. Pero no amiga, ni eres una princesa, ni la vida es cuento.

Tus conversaciones se limitaban a cotillear, a querer saberlo todo de todos. ¿Por qué tanto interés en saber la vida de los demás? Ahora lo tengo claro… estabas evitando conocerte, sentirte, sufrir, dejarte llevar y sentirte orgullosa de ti misma.

Me limitaba a decir “tq” al final de un mensaje prefabricado. Porque nuevamente era lo que yo creía que se esperaba de mí. He dicho muchas cosas sin sentirlas… no me permitía sentirlas… pero ahora todo es distinto… puede que a veces duela, puede que a veces sea aterrador pero vivo conmigo y con coherencia. 

Puedo decir lo que siento sin miedo, porque me permito sentirlo. Puedo decir halagos, puedo transmitir orgullo pero también lo que molesta o me ofende, lo que traspasa mis límites, lo que me hace sufrir… pero desde la mayor asertividad posible. Todavía me queda seguir trabajando en ello y siento decirte, que creo que este va a ser un camino largo, que nos llevará mucho tiempo. Pero tenemos todo el tiempo del mundo. 

¿Y ahora qué? Llevo unos días sin saber cómo continuar, así que he decidido dejarme llevar, dejar de pensar y continuar sintiendo.

Ahora que nos conocemos sé que te preguntarás el porqué. ¿Por qué tocaste fondo? ¿Por qué llegaste a esa situación? Y puede que sea por una pandemia mundial o haberte quedado sin trabajo pero igual era el momento de que esto pasara, era el momento de dejar de vivir sin mi para empezar a vivir de verdad. Creo que fue necesario pisar fondo para aprender y volver al camino. Como un ave fénix era necesario resurgir de mis cenizas. Y aquí te felicito, creo que tomaste la mejor decisión posible. Fuiste capaz de aceptar que necesitabas ayuda y pedirla, fue el principio del fin. Adiós al estigma, adiós a los prejuicios, es humano estar desbordado y pedir ayuda. Y si lo haces, la vida te pone gente en el camino que te ayuda a continuar, que te ayuda a no perder el rumbo, como cuando tu abuelo te quitó los ruedines de la bici por primera vez, se colocó a tu lado, te sostuvo durante muchos intentos y al final te suelto para continúes sola. Así me he sentido estos meses con Maria.

Creo que lo primero que aprendí es que no puedo controlarlo todo, eso está claro. Pero ahora sé que puedo gestionar mi forma de afrontar las cosas. Sé que tengo las herramientas para hacerlo. Y te lo digo a ti, eres fuerte y puedes. Sabes cómo hacerlo.

Son varias las cosas que quiero recordarte antes de terminar esta carta. Mis talismanes.

Primero de todo, permítete fallar. No eres perfecta, pero la perfección no es el objetivo. Si amiga, te equivocas una y mil veces y lo seguirás haciendo. Pero se acabó el castigarte y el castigar a los demás. No sirve de nada, solo genera dolor. Escúchate, compréndete y perdónate. Y perdona a los demás por favor. Que tu autoexigencia no te convierta en intolerante, no hay nada que odies más que eso. La empatía, en tu diana, hacia ti misma y hacia los demás. Uno de los tesoros de este proceso ha sido haber dicho adiós (aunque a veces pase a saludar) a esa parte de mí que cuestionaba todo de todos, que criticaba absolutamente todo. Era tremendamente doloroso que todo me molestara, pero ahora entiendo que cada persona tiene su mochila a la espalda y desde fuera no vemos si llevan piedras o plumas. 

También deberás permitirte estar mal, sin castigarte ni resistirte a ello. Pero tampoco encerrarte ahí. En el dolor y la pena. Hay que encontrar el equilibrio en ello, porque eso te permitirá avanzar y crecer. Deberás cuidarte a ti misma. Esto no es sugerencia, es obligación. Siempre quieres cuidar de los tuyos, pero si no te cuidas a ti misma estás perdida. Medita, escribe, cocina, cuídate, diviértete, canta, come… quiérete, entiéndete, sé coherente con tus valores y así podrás ser feliz.

Por último he aprendido a querer más y a querer mejor a los míos. Creo que el haber aprendido a conocerme me ha hecho querer diferente a los demás, a los que siempre están, en mis luces y en mis sombras. Estás rodeada de gente que te quiere. Permítete ser vulnerable ante ellos porque son tus pilares. Cuanto más puedan conocerte y saber lo que sientes, mejor podrán acompañarte. Ahora tengo claro que todos ellos me ayudan a construir el camino, pero soy yo, yo misma e Irene quien debe recorrerlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: ¡¡Contenido protegido!!